La Violencia Doméstica es un problema grave que afecta a innumerables familias en todo el mundo. Ocurre cuando una pareja ejerce control sobre la otra a través del miedo y las amenazas, que pueden manifestarse físicamente—como a través de golpes o empujones—o no físicamente, incluyendo insultos, control financiero o amenazas. Incluso los gritos constantes y las discusiones intensas pueden ser formas de violencia doméstica. Este tipo de abuso no se limita a las parejas románticas; puede ocurrir entre padres, hermanos u otros miembros de la familia.
El Impacto de la Violencia Doméstica en los Niños
Comprender la Violencia Doméstica es crucial porque su impacto se extiende a todos los involucrados, especialmente a los niños que la presencian. Estos niños no son meros espectadores; también son víctimas. Cada año, aproximadamente 10 millones de personas experimentan violencia doméstica, muchas de las cuales son niños que presencian el abuso. Para estos niños, la exposición puede ser aterradora y confusa, dejándolos a menudo con la sensación de no estar seguros en sus propios hogares.
Los padres y cuidadores involucrados en la violencia doméstica a menudo luchan por estar emocionalmente disponibles para sus hijos, exacerbando los sentimientos de soledad y miedo del niño. La pandemia de COVID-19 ha intensificado aún más este problema. Con las familias confinadas en sus hogares, los incidentes de violencia y abuso han aumentado, lo que hace aún más crítico que los niños y padres en situaciones peligrosas busquen ayuda.
Los niños que presencian violencia doméstica pueden verse profundamente afectados, tanto a corto como a largo plazo. Pueden experimentar una gama de emociones, incluyendo miedo, tristeza y ansiedad. Los signos comunes incluyen dificultad para dormir, pesadillas, mojar la cama y síntomas físicos como dolores de cabeza, dolores de estómago e incluso el desarrollo de alergias y asma. En cuanto al comportamiento, estos niños pueden tener dificultades en la escuela, tener problemas para concentrarse o meterse en problemas con más frecuencia. Algunos pueden volverse agresivos, acosar a otros o involucrarse en comportamientos deshonestos debido al miedo o la ira.
Consecuencias a Largo Plazo
El impacto de la violencia doméstica en los niños puede variar; algunos efectos se hacen evidentes rápidamente, mientras que otros emergen con el tiempo. Por ejemplo, los niños pueden tener dificultades para formar relaciones saludables a medida que crecen. Los niños que presencian violencia doméstica tienen más probabilidades de convertirse en adultos abusivos, mientras que las niñas tienen un mayor riesgo de convertirse en víctimas de abuso.
Vivir en un entorno de abuso constante puede dejar a los niños en un estado de ansiedad perpetua, siempre anticipando el próximo episodio de violencia. Los niños en edad escolar, en particular, pueden desarrollar comportamientos antisociales y cargar con una pesada carga de culpa, a menudo culpándose a sí mismos por el abuso que presencian. Esta culpa mal dirigida puede dañar gravemente su autoestima y conducir a síntomas físicos como dolores de cabeza y de estómago, que están directamente relacionados con el estrés en el hogar.
El Impacto Neurobiológico
Como señaló el psiquiatra e investigador Daniel Siegel, “La mente se desarrolla a medida que el cerebro responde a la experiencia continua; el patrón de disparo de las neuronas es lo que da lugar a la atención, la emoción y la memoria.” Cuando los niños son expuestos repetidamente a la violencia, estas experiencias y sus respuestas neurobiológicas se entrelazan, lo que lleva a desafíos significativos en la salud mental. Presenciar violencia doméstica puede resultar en condiciones como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), que puede manifestarse como cambios en los patrones de sueño, ira, irritabilidad, dificultad para concentrarse e incluso la re-escenificación de los eventos traumáticos que han observado.
Efectos Conductuales y Físicos
El bienestar físico de los niños expuestos a la violencia doméstica también puede verse afectado. Los adolescentes que presencian tal abuso a menudo reaccionan ante su entorno. Esto puede incluir peleas, faltar a la escuela, participar en comportamientos sexuales de riesgo o consumir drogas y alcohol. Estos adolescentes también tienen un mayor riesgo de tener problemas legales. Además, los niños en hogares abusivos a menudo son víctimas directas de abuso, ya que una pareja abusiva puede convertirse fácilmente en un padre o tutor abusivo, infligiendo daño físico, verbal y emocional.
Rompiendo el Ciclo
Si bien la distancia del entorno abusivo puede ser útil, simplemente alejarse de la violencia doméstica no es suficiente para deshacer el daño psicológico. Los niños que crecen presenciando cómo se abusa de uno de sus padres pueden llevar los efectos hasta la edad adulta. La ansiedad y el trauma de crecer en un entorno tan tóxico pueden llevar a la depresión, problemas de concentración y otros problemas de salud mental a largo plazo.
Es importante señalar que, si bien el comportamiento abusivo puede ser repetitivo, no siempre sigue un ciclo predecible. Asumir que la violencia doméstica ocurre en ciclos puede llevar a malentendidos y culpar a las víctimas, lo que solo perjudica aún más a los afectados.